El vaso del Carranza

El Real Zaragoza se clasificó anoche para la final del Trofeo Ramón de Carranza tras vencer al Cádiz en la tanda de penaltis después de un empate a 2 en el silbido final de Pino Zamorano.

En la escala de desarrollo, el Zaragoza creció hasta acercarse a su deseado nivel por momentos, aunque en el global del choque no disipó las dudas tácticas que ofrece (tampoco muchas) ni consiguió adaptarse al tono físico que impuso el Cádiz, salvo casos aislados.

Por empezar en la balanza negativa, Ayala debutó de mala manera con el Real Zaragoza. El argentino está lejos de su mejor forma, y se advierten carencias en la compenetración con Sergio, algo que los partidos arreglará sin ningún género de dudas. Sergio Férnandez estuvo vital al corte, regular en el marcaje y mal en la salida de balón, lo que se presume como el gran problema de la zaga blanquilla. Acaso con la llegada de Coloccini, las cosas cambiarían. Tampoco brilló a gran nivel Carlos Diogo, que dejó espacios enormes por su banda y no utilizó sus cualidades atléticas para desdoblar a D´Alessandro. Nico y Aimar ofrecieron detallitos, fabricaron una jugada maestra junto con Oliveira, pero poco más. Y Diego no está en forma, además de que le costará acoplarse a jugar detrás de Oliveira.

En lo positivo no hay tanto, pero sí resulta agradable verlo. Zapater adquiere un rango de liderazgo que era imposible de suponer hace un par de años, Matuzalem es de otra dimensión (vease el segundo gol), a Juanfran no le importan ni clavículas ni detalles semejantes, y le va a poner las cosas crudas a Paredes, y Oliveira tiene en la frente escrita la palabra gol. Parece como si quisiera agradecer a Zaragoza sacarle del purgatorio milanés. Gabi va a ser un hombre muy importante en este equipo, Valero se asienta como un hombre de minutos (Diogo se va a perder de 5 a 8 partidos seguro) y Sergio García no pierde las ganas de gustar.

Con todo, jugadones y fallos aparte, la tanda de penaltis rindió homenaje a Miguel. Merecía el riojano una muestra de apoyo de Victor y la tuvo cuando saltó al campo en sustitución de César para la tanda de penaltis. El extremeño se reía y Lopez Vallejo, en la grada, también. Miguel detuvo el penalti decisivo a Vella y fue abrazado por todos sus compañeros. Un aliento de ánimo para un profesional como la copa de un pino.

Foto: El Periódico